Instancia

(Capitulo 1 de mi novela "aun sin título")

El cielo estaba partido en trozos entre azules pasteles por aquí, grises suavizados hacia el sur, blancos fríos por el norte. Aun la hora resultaba inadecuada para caminar cómodamente; el clima circundante tenia un tono fúnebre que coloraba el asfalto de la avenida.

Mis ojos aun estaban entumecidos por las horas de dormido, aunque caminaba agarrado de la mano de papá, mi cuerpo aun no me respondía de forma correcta, hasta que un tronido estridente despertó hasta la última célula de mi cuerpo en un salto instantáneo. Mis pupilas reaccionaron al chispazo que un par de coches destellaban. Mi mirada estaba perdida entre la avenida que parecía adormecer más mi cuerpo con el sinfónico vaivén de los automóviles, sus desapariciones instantáneas parecían arrullarme.

El cuadro catatónico de ese momento que recuerdo como si fuera en este instante mismo, parecía desaparecer. El suelo de la calle estaba tan reseco que el color gris renegrido combinaba perfectamente con las llantas. Tres carriles componían la avenida y un trafico afluente; que difícilmente provocaban huecos largos entre carro y carro. Aquella apretujada apariencia de una ciudad ordinaria como la mía, se colapso momentáneamente y los segundos instantáneos se hicieron eternos con el rugir del choque que presencie con mis ojos.

El primer carro que se descarriló y arremetió contra su vecino fue la causa propicia del accidente. Las chispas salieron y momentáneamente la cara estremecida del conductor parecía embobar mi pensamiento, su lado frontal parecía enfurecerse con el designio que lo deformaba en conjunción con la lamina del otro carro, los vidrios se destrizaron instantáneamente y el carro se volteo sigilosamente por encima del otro, quedándole casi encima. El caos continuo por algunos minutos, carro tras carro se estrellaban el uno contra el otro hasta que una larga hilera se detuvo.

La mano de mi padre apretaba fuertemente la mía, en el instante del choque mi papa me cubrió con su cuerpo estando de cuclillas sobre el suelo, sólo un pedazo de mi cara podía mirar hacia aquel desorden que despertó mi nostalgia anidada. La protección de papá me trajo las memorias de las veces que vi llorar a mis padres en la cama de mi hermano que había quedado paralítico por un accidente de automóviles.

Lo que no saben hasta ahora es que pertenezco a una familia que se ha dedicado por 3 generaciones a vender periódico y revistas en las esquinas, en puestos ambulantes, entre avenidas y calles concurridas.

Aquella vez era la primera vez que mi papá me llevaba a que conociera el negocio familia al cual me tendría que dedicar por decisión de mi hermano mayor. Yo experimentaba una ambigüedad tremenda, porque algo de mi quería estar en esas esquinas a la luz del sol con todas las revistas y periódicos posibles a cargar en una sola mano, la cangurera en la parte inferior de mi estomago, los pantalones mas frescos y una gorra gris que aborrecía por el calor que me provocaba pero que no podía evitar porque me quemaba la cara con el sol.
Mis días favoritos eran los lluviosos no porque no había trabajo, me parecía tan ensimismante la lluvia caer, la sensación que me producía estar ahí debajo de algún puente viendo la gente correr, tratando de evitar mojarse, que generaban la ansiedad de estar ahí, debajo de las nubes, debajo de cada gota, sintiendo la extensión del universo en cada gota que me tocaba.

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