Cómo le confieso a esta hoja blanca,
que hasta aquí he llegado caminando,
que no he hecho más que estar esperando,
deseando verte pasar desde ésta banca.
Y que, si he dejado el corazón en la maleta,
mis tobillos desgastados de este viaje,
mis ojos contristados no pueden mirar la veleta,
no llevo mucho, no pude pagar el peaje,
sólo viajo con dos motivos y esta sensación,
el primero es aprender, todo aquello que me sirva,
eso que me pueda hacer mejor que la pasión,
atesorando cada instrumento que me lleve a la sima.
Aprender el silencio que quiero compartirte,
conocer como cambia una oruga en mariposa,
por si me topo contigo saber distinguirte,
porque quizás seas un espina en una rosa.
Aprender que puedo cambiar cualquier cosa,
saber pedirle al viento y la tormenta que haga bonanza,
desarmar la costumbre, desenmascarar la apariencia,
dejar al desnudo el boceto de mi alma.
Y un segundo motivo que ahora tengo extraviado,
perdido entre las pasos necios de mis rutinas,
entre los virus calvos de las complacencias,
las ilusiones, las esperanzas y las maravillas de ti.
Cómo le confieso a esta absurda sensación,
que tu ya te has ido para siempre
y este deseo de estar contigo, esta alegoría de amor,
esta pintura que dibujaste conmigo,
la que dejaste pintada en las paredes,
en las barrancas, en las cavernas, en los huecos,
en el silencio, en mi amargura, en mi esqueleto,
cómo le confieso a esta hoja tu adiós.
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