Underdescription


Pretende ser simple a veces cabizbaja con un color tenue y comienza de nuevo. Se despinta de su fachada y la mascara que le cubre la triste herida se muestra a carne viva. Sus ojos se disuelven como aire en el aire, sus manos frías como siempre congelan la distancia.


Luego sus oídos huelen mi ausencia, mi dolor a la absurda nostalgia, y entonces; el rato comienza. La hora no existe, todo es en cámara lenta, sus parpados se divulgan y revelan su alma como libro abierto. Se envuelve el pensamiento en definiciones y las mide entre instancias y sus poces. El matiz de su figura se desbarata en mis entrañas, se extrañan las madrugadas que se dibujan sobre su rostro.


El corazón se describe en silencio, tejiendo un mundo de recuerdos en mi alma. El hilo es de plata y sus dedos son de carne. Luego el toque se reinicia y se formatea como ola, se filtran las caricias y la luz estalla hasta el horizonte de mi espíritu. Su mente divaga y vuela, se convierte en águila y aun vuela.


Luego el pause se remite y ahora todo corre; todo emigra a un milenio cercano. De repente el hueco de tu hueco me ahonda y me confronta. De repente el sol sale donde estabas pero ahí muere, y de repente; ya no estabas, de repente tu silueta había huido y la descripción aficionada de tu mirada había muerto.


Hora Cero

















Es la hora cero y a pedazos muero,
nueve nuevos pensamientos me resarcen.
Laten tus ojos negros al lado de mi lado,
mis dedeos pretendientes, indecisos;
no deciden el lugar sereno de su descaso.
Surco tu piel como estudiando
la geografía de tus pensamientos.
Entierro en tu pecho el secreto de mis deseos
y dejo marcas con besos ciegos.
Reviso tus lunares con detenimiento,
retomo mi huida de tus labios a tus mejillas
y ahí suspiro tus demencias y locuras.
Mis manos sostienen tus manos
y en mis pupilas se copian las retahílas.

La sonrisa rota















Quisiera poder deducir tus alientos
en esta noche que parece tan perfecta
y poder decir así de simple; te amo,
arrebatando del ocaso el raudo osculo.

Te entiendo como te entinto en mis cuentos,
cual resplandor efimero de la noche
y en las cáscaras de mi tímida tertulia
pregono a la blanca luna de amorios.

La marea hunde al barco de mi olvido
en los treinta mares de mi ansiedad,
donde guardo el suspiro de las estrellas
dirreción del centro de mi alma.

La perfecta sonrisa fingida esta rota,
como el prado negro de mi albergue.
Se abren sigilosas las puertas del oeste
dejando jadear al silencio del crepúsculo

Y en el baldón de mis lágrimas sinceras
aquello que parecia un consuelo fugitivo
es ahora la calida mañana que ha llegado;
se ha quedado pero todo en tu ausencia.