Síndrome del descontento

No somos capaces de reconocer el amor,
aunque se nos estrelle en la cara,
vueltos inhumanos, pedazos de animales.
Dejamos de verificar el sentido de vivir,
el corazón se nos ha vuelto piedra
y absolvemos al rencor, al miedo y al dolor.

Perdonamos la amargura, la avaricia,
pero nos negamos subsistir de la verdad,
la que olvidamos en los libros,
la que se divulga en las calles,
la que vive de mirada en mirada,
de mano en mano, de corazón a corazón.

Ya no lloramos como antes,
ahora las lagrimas nos queman los ojos.
¿En qué nos hemos convertido?
¿a qué juego estamos jugando?
Ya ni siquiera morimos,
sólo migramos al vacío de la nada,
el murmullo de un pena pasajera.

No me digas cuales deben ser mis razones,
en mis brazos acumulo todo lo que es tuyo,
y en los tuyos espero encontrar todo lo mió.

Entonces; pasan las horas, las deshoras.
Llueve pero no me moja
y los desiertos no me evaporan.
Entonces pasan los minutos sin segundos.
Duele; pero todo lo perdono
y en las circunstancias nada me domina.

Padecemos el síndrome del descontento,
un punto incipiente en el espacio,
la herida que no cierra sus heridas,
el objeto que pierde su sentido,
la idea que no piensa en más ideas,
las neuronas que se cansaron de esperar.

¿En qué nos hemos convertido?,
que aunque nos encontremos frente a frente
no nos reconozcamos.
¿Por qué nos soltamos las manos?
Tus manos que tanto me agarraban,
que tanto me saciaban, que tanto me embebecían.

No me digas cuales deben ser mis frustraciones,
en mis brazos acumulo todo lo que es tuyo,
y en los tuyos espero encontrar todo lo mió.

Absorbimos de la atmósfera un poco de distancia,
dejamos crecer a paso lento el silencio,
que ahora llena lo poco que nos queda.
Y si es que quedas aquí, ya no te reconozco.
Aunque toda la vida hemos estado juntos,
no se si es tu cadáver o si sólo es una ilusión.

¿Cuándo decidimos disolvernos en gas etéreo?,
que no me percaté, no lo vi venir.
Parece que acabaron las sonrisas,
las que se pitan como una escueta mueca.
Somos la marioneta del destino,
un ancla que fue arrancada de su barco.

No somos capaces de repararnos los portillos,
los hoyos y los pozos de nuestras dudas.
Ya no concebimos el amor como lo es,
aquí en mi pecho sin tu pecho
ya no respira, ya no quiere otro cuerpo.
Aquí en las sienes de mi empedernida vida
ya no queda mucho, estos restos, fragmentos de cenizas.

No me digas cuales deben ser mis convicciones,
en mis brazos acumulo todo lo que es tuyo,
y en los tuyos espero encontrar todo lo mió.

No me digas que yo tuve la culpa,
fue que de repente desperté frente a la pantalla,
no sabia tu nombre, ni te conocía,
pero desde siempre te conozco.

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